Cuestionar el paradigma del liderazgo: ¿la virtud del cuidado?

Cuestionar el paradigma del liderazgo: ¿la virtud del cuidado?

Por Cristian Calderon

¿Por qué hablar de liderazgo y virtudes en un mismo escenario? Cuando me he propuesto jugar con ambos conceptos a la vez he tenido la sensación de ver un diálogo en idiomas distintos. El primero es un boom en el mundo de los negocios. El segundo es propio de la rama de la Ética dentro de la Filosofía, de donde provengo. Y para nadie es un secreto que negocios y ética rara vez van de la mano. Pero en el mundo de la educación para el trabajo y el desarrollo humano, las competencias transversales y las habilidades blandas son bastante conocidas, y en últimas terminan por referirse a una manera socioemocional y racional de relacionarnos: carácter, modo de ser o temperamento. De hecho, hay una multiplicidad de tests para indagar diferentes tipos de personalidades en el ámbito profesional. Estas, a su vez, no son conceptos del todo ajenos a las preguntas que se plantea la ética.

Las personalidades suelen tener características (traits, en inglés) que están asociadas a una mezcla entre las disposiciones genéticas y las condiciones de vida en que se desarrolla un individuo entre sus pares, de las que suele hablar la Epigenética. También están asociadas a habilidades (skills), o características “naturales” que han llevado un entrenamiento instruido o autodidacta, y que en ocasiones también son consideradas talentos. A su vez, también se habla de competencias como una habilidad o una combinación de habilidades que resultan funcionales en un contexto determinado. En el caso del mundo del trabajo, las competencias suelen definirse según sectores o ámbitos laborales.

En todo caso, quedan todavía sin responder varias preguntas: ¿el liderazgo es una virtud? Si lo fuese, ¿qué hace al liderazgo una virtud? ¿Qué tipo de habilidades se deben desarrollar para llegar a ser un líder? ¿Por qué ha ganado ese protagonismo?

La ética y la felicidad

Para la ética, la relatividad de los contextos es esencial. A lo largo de la historia de la ética, la interpretación sobre el fin último de las acciones o el sentido de la vida han variado, al igual que en los múltiples contextos culturales que la componen. A riesgo de exponer una sobre-simplificación del asunto, la felicidad jugó un papel preponderante en la ética aristotélica (llamada eudaimonia), el bien en el platonismo y neoplatonismo, Dios en la filosofía escolástica, la razón en la filosofía moderna, etc. Quizás en los siglos más recientes, la crisis de la ética se ha visto reflejada por la caída de los ídolos, como lo llamó en su momento Nietzsche, y ha permitido surgir un debate más crudo alrededor del nihilismo y la nada, sin afirmar que sean conceptos equiparables.

En tiempos recientes, el debate moral, en su estrecho vínculo con la ética, se ha simplificado alrededor de la pregunta sobre la vida buena (¿la buena vida?) y la felicidad, y en la actualidad las personas nos preguntamos si llevamos una vida feliz o si somos “buenos”. En el mundo profesional, aparece constantemente la pregunta: ¿por qué soy infeliz en mi trabajo? Los altos niveles de depresión y ansiedad en los ámbitos laborales han terminado por voltear la mirada del mundo corporativo hacia ese tipo de preguntas. Y, en particular en el siglo XXI, el liderazgo ha tomado un papel notorio como una de esas competencias que puede transformar los ámbitos profesionales y, en general, los proyectos de vida.

Muy pronto, las discusiones sobre ética y virtudes hacen referencia a estas últimas como “virtudes del alma” o “bien” y “mal”, más si estamos culturalmente influenciados por la tradición religiosa judeo-cristiana en occidente. Cuando se trata de definir el liderazgo desde esa influencia, pero bajo las condiciones de vida del mundo actual en el siglo XXI, las personas expresan que debe estar más relacionado con la capacidad de escuchar, acompañar, inspirar y co-construir, siempre al servicio y desarrollo de un equipo. Los cambios sufridos en el mundo laboral durante los últimos 40 años, y en contraste con los valores subyacentes en el mundo de los negocios de finales del siglo XX, generaron un rechazo a las tendencias autocráticas del liderazgo, es decir, a la imagen del líder que simplemente da órdenes. Por esa razón se demanda del líder una actitud más cuidadora e interesada por el bienestar de las personas “a su mando” que procuren espacios laborales seguros y de confianza. Y, precisamente, ese bienestar es una forma de acercar el debate a la interpretación de la felicidad.

¿El cuidado o la visión?

Esta interpretación suele abordar la realidad del burn out entre los trabajadores actuales, expresada falta de motivación y de inspiración. Y se podría pensar que la nueva generación de trabajadores tiene claro qué es el liderazgo y por esa razón demanda los cambios hacia un liderazgo cuidador. Pero ¿es “cuidar” el verbo que hace al liderazgo un liderazgo? ¿Por qué es precisamente la actual generación de trabajadores la que más sufre por el burn out? ¿Saben realmente qué es liderazgo y cómo cultivarlo? No cabe duda de que el líder actual ya no es el que pretende que sus seguidores o trabajadores “se motiven solos”. El despotismo está mandado a recoger. Pero esa claridad no responde necesariamente a las preguntas anteriores.

Acudiendo a una imagen cruda, podríamos proponer que el líder simplemente tiene una misión: llevar un equipo de un punto A a un punto B, y lograrlo efectivamente. Algunas figuras del coaching empresarial, como Simon Sinek o Brené Brown, coinciden en el llamado a que los líderes sean aquellos que tienen y dan claridad sobre el horizonte, la visión y los principios de una organización. Quizás algunos valores se le puedan endilgar, como la prudencia, la compasión, la templanza o la paciencia. Pero no cabe duda de que se espera de un líder que logre inspirar e impulsar movimiento. Por supuesto, el cuidado hacia sus seguidores debe estar inmerso allí, pero ¿es esta última una razón suficiente para llamar a alguien líder? ¿Es una demanda que responde más a una situación cultural global más amplia?

El liderazgo y las personas

El liderazgo y la buena gerencia, en todo caso, no son conceptos equiparables. De acuerdo con Simon Sinek, la segunda observa las metas y los avances de los productos, ajusta las reglas de juego, y espera ganar en un contexto competitivo. Sin embargo, de no contar con la visión de un líder, puede “dejar de jugar un juego interminable”, como es el mundo de los negocios. Idealmente, el liderazgo quizás va más allá y, efectivamente, procura inspirar y confiar en los talentos del trabajador desde el conocimiento de su calidad humana. Gira en torno a la persona, no al producto, y por eso tiende a soltar la instrucción y el control. Pero no solo eso, sino que permite que sus co-equiperos se conozcan a sí mismos.

Ahora bien, ¿el liderazgo es una habilidad susceptible de ser entrenada? ¿O quizás depende más de unas características innatas en los individuos? Y, más aún, ¿el liderazgo es una virtud que puede rescatar a una generación de trabajadores de su insatisfacción en los entornos laborales? ¿El entrenamiento en el liderazgo conducirá que más trabajadores sean felices?

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